Mis queridos amigos, quiero compartir con todos vosotros la visión que tengo para mis monasterios.
Desde fuera todo parece muy bonito, pero si se mira detrás de la brillante portada de la revista, la realidad es bastante diferente. De hecho, creo que hay que cambiar un montón de cosas:
Se lleva a niños de corta edad al monasterio para que sean monjes principalmente por las dificultades económicas de sus familias. No es algo que hayan elegido los niños.
Ahí reciben una educación religiosa, pero no una educación normal. Esto significa que cuando los niños crecen, si deciden marcharse del monasterio no tendrán modo de vivir una buena vida. Tengo amigos cercanos que se marcharon del monasterio cuando tenían 19 o 20 años y que ahora están fregando platos en un restaurante o conduciendo un taxi. Como carecen de formación y de educación para vivir en el mundo, lo van a pasar muy mal para tener una vida plena y feliz. Esto me parte el corazón.
También veo a los monjes jóvenes aprendiendo el Dharma sin tener ninguna experiencia directa de la vida y sin la experiencia del Dharma en la vida. Por ejemplo, yo aprendí, como muchos monjes jóvenes, que el samsara está fuera de los muros del monasterio; que quienes tienen una relación, quienes están casados, quienes trabajan y están implicados plenamente en la vida están en el samsara, mientras que quienes estábamos en el monasterio no estábamos en el samsara. Nos educan con este tipo de orgullo, este tipo de prejuicio. Algunos de estos monjes hacen luego un retiro y salen convertidos en lamas. Les invitan a Occidente a vivir y enseñar en un centro budista. Y cuando llegan, descubren que “el samsara es bello”. Entonces quieren experimentar todo lo que la vida les ofrece y con demasiada frecuencia se meten en negocios del Dharma y abusan y se aprovechan de personas inocentes. Con demasiada frecuencia usan el Dharma para encubrir y justificar su conducta personal.
Hay otras personas que crecen fuera del monasterio, reciben una educación normal y experimentan las alegrías y dificultades de la vida. Y luego, tras haber comprendido realmente que el samsara es el estado de nuestra propia mente y nuestro propio apego, deciden entrar en el monasterio y seguir un camino espiritual. Para mí este enfoque es mucho mejor.
Así que mi idea es crear una escuela para niños cuyas familias tienen dificultades económicas. Los niños recibirán tanto formación normal como religiosa. Luego, cuando cumplan 19 o 20 años, podrán decidir libremente si quieren marcharse y tener una vida personal con un trabajo y una familia, algo que podrán hacer bien, apreciando totalmente el Dharma en su vida; si quieren incorporarse a la escuela y al sistema educativo, serán bienvenidos; y si quieren entrar en el monasterio y seguir un camino espiritual, lo harán de un modo pleno y total porque será su decisión.
Para mí la clave del Dharma es darnos libertad y posibilidades. Actualmente el sistema no hace eso. Espero que este nuevo enfoque lo haga en mis monasterios y comunidades del Dharma.
Esta es mi visión. Y estoy decidido a hacerla realidad.