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Le entrevisto poco antes de que la UIC le otorgue el doctorado honoris causa. Es uno de los grandes expertos en química cerebral y vive, literalmente hablando, rodeado de cerebros, entusiasta precursor de la iniciativa BrainNet Europe II (red europea de bancos de cerebros). El doctor Franz es amable y preciso en sus respuestas, pero se azora cuando le pregunto por su creencia en Dios. Su producción científica supera los 950 artículos y los 30 libros en el campo de la neurología y la psiquiatría. En el 2004 era el químico más citado en medicina del mundo. Durante años ha trabajado el concepto de neuroprotección, cómo proteger nuestras neuronas de daños que todavía no se han manifestado.
¿Cuál es el mayor misterio del ser humano?
La comprensión de sí mismo; es decir, existo, por tanto existo.
Tendrá que explicármelo.
El gran misterio es la autoconciencia.
¿La conciencia es una función cerebral?
Sí, pero lo importante es la interacción entre el sistema nervioso autónomo y el cerebro. Desgraciadamente, es algo que se estudia poco.
¿Qué hay de misterioso en esa interacción?
Pongamos un estudiante ante un examen: todas las señales físicas, es decir, aumento de la tensión arterial, de la respiración..., son un producto directo del sistema nervioso autónomo, pero es el cerebro el que provoca las reacciones, y lo mismo ocurre con todas las enfermedades psicosomáticas.
Entonces, nuestros pensamientos modelan nuestro cerebro.
Efectivamente, en función de los estímulos puede haber brotes de nuevas neuronas o un aumento de los receptores disponibles.
¿Nuestros pensamientos son capaces de cambiar nuestras redes neuronales?
Sí. Hay diferentes sistemas de bucles en el cerebro, el de la motricidad nos sirve para movernos, y el bucle que atañe al sistema límbico tiene efecto a nivel psicológico, pero ambos se entrelazan. Déjeme que le ponga un ejemplo curioso.
…
Un enfermo de parkinson tiene que cruzar una calle. Si está frente a un paso de cebra, no tendrá ningún problema en cruzar. Si le pedimos que cruce por donde no hay paso de cebra, no podrá hacerlo, entrará en un estado de parálisis físico. Pero si un coche viene hacia él en ese momento, se producirá lo que se llama un episodio de quinesia paradójica.
¿Qué es eso?
El señor dará un brinco y cruzará la calle, y luego volverá a su estado de parálisis. Es decir, aunque la dopamina ya no funciona, lo hará la adrenalina. Ante un sistema que está degenerado, que no puede ordenar a su cuerpo caminar, el sistema límbico toma el mando y le da la orden.
Si nuestros pensamientos modifican nuestro cerebro, ¿podemos autocurar las enfermedades psicosomáticas?
Sí, correcto. La terapia del comportamiento en los años cuarenta, cincuenta y sesenta sólo trataba la mente e ignoraba el lado biológico, pero cada vez más los psicólogos son psicólogos biológicos, es decir, involucran el sistema nervioso, el sistema físico. A través del entrenamiento, del cambio de comportamiento físico, podemos cambiar la función cerebral.
¿Qué investigaciones le sorprenden?
La neuroprotección que se viene trabajando desde los años ochenta y que ahora se admite como posible. Y significa que podemos proteger las neuronas de toxinas y elementos externos antes de que se manifieste la enfermedad que las daña.
¿Se ha demostrado?
En modelos de laboratorio, pero los resultados no se han podido trasladar a estudios clínicos, es decir a los pacientes.
Pero en nuestro cerebro nacen nuevas neuronas, ¿no?
Sí, en según qué partes del cerebro se ha descubierto una neurogénesis (creación de nuevas neuronas), pero si la neurogénesis puede sustituir células dañadas en la misma zona y hasta qué nivel, todavía no lo sabemos. La neurogénesis es un campo importantísimo. Los farmacólogos están buscando sustancias que puedan estimular el crecimiento de nuevas células cerebrales.
Hay estudios que demuestran que la meditación mejora la capacidad cognitiva y el sistema inmunológico. ¿Qué opina?
Que es cierto, porque cuando estamos en un estado de meditación bajamos el ritmo respiratorio a un nivel basal, eliminamos emociones, todos nuestros sistemas se ralentizan, y esto tiene un efecto en el cerebro a nivel químico. Para empezar, suprimimos el consumo de ATP, esencial para la función celular.
Usted vive rodeado de cerebros.
En el banco de cerebros de Würzburg tenemos actualmente unos cuatrocientos cerebros destinados a la investigación, algo sumamente importante porque nos permitirá encontrar la piedra angular de muchas enfermedades, y hay otra cuestión política.
¿Política?
Sí, relacionada con los animalistas, movimiento que en EE. UU. es muy poderoso. Es una manera de demostrarles que también investigamos con seres humanos.
¿Usted ha cedido su cerebro?
No lo tengo decidido, no había pensado todavía en mi muerte, pero no tendría problema en hacerlo.
Dígame, ¿Dios tiene cerebro?
No. Para los creyentes estamos ante un principio organizativo muy diferente. Tenemos que imaginarnos otra cosa muy distinta a los seres humanos. Nuestro cerebro para Dios sería un sistema muy sencillo.
¿Pero no estamos hechos a su imagen y semejanza?
Sí, pero esa imagen y semejanza puede ser muy lejana, incomprensible.
¿Cree que Dios está dentro de nosotros?
Eso es algo en lo que se cree o no se cree, no es científicamente demostrable. Y yo, por contradictorio que parezca, creo que sí, que es posible, pero no tengo explicación.
La Contra
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