26 de junio de 2008

Ejercicio de la Rosa - ROBERTO ASSAGIOLI

Ejercicio de la rosa
Introducción



Por regla general, tanto en Oriente como en Occidente, la flor siempre ha sido considerada y utilizada como símbolo del Sí Mismo espiritual.
En China existe un antiguo texto taoísta que trata del significado profundo de la «Flor de Oro», el cual ha sido comentado ampliamente por Jung en El Secreto de la Flor de Oro. En la India ha sido y sigue siendo utilizado el símbolo del Loto (nuestro nenúfar) que tiene las raíces en el barro, el tallo en el agua y cuyas flores se abren al aire bajo los rayos del sol.
En Persia y en Europa, se ha utilizado preferentemente la rosa. Tan sólo haré alusión al Román de la rose de los Trovadores; a la rosa mística, admirablemente descrita por Dante en el «Paraíso» (Canto XXIII); a la rosa en el centro de una cruz, símbolo de la orden de los Rosa-Cruces.
Por regla general se ha utilizado la imagen de la flor ya abierta como símbolo del Espíritu, y su visualización es sumamente sugestiva y evocadora. Pero todavía es mucho más eficaz y suscitadora de energías y de procesos psico-espirituales la utilización «dinámica» del símbolo, es decir, la visualización del pasaje, del desarrollo, del capullo cerrado a la flor totalmente abierta. El símbolo del «desarrollo» corresponde a una realidad profunda, a una ley fundamental de la vida que se manifiesta tanto en los procesos de la naturaleza como en los del alma humana.
Nuestro Ser espiritual, el Sí Mismo, que es la parte más real y esencial de nosotros, suele estar normalmente oculto, cerrado y «arrollado»; sobre todo por el cuerpo y sus sensaciones; también por las múltiples emociones e impulsos (miedos, deseos, atracciones y repulsiones, etc.), así como por una inquieta y tumultuosa actividad mental. Es necesario liberar o «ampliar» estas envolturas para que pueda revelarse el Centro Espiritual.
Esto sucede, tanto en la naturaleza como en el alma humana, en virtud de la acción admirable y misteriosa de la vitalidad, tanto biológica como psicológica, que «desde el interior» impulsa y opera de forma irresistible. Por ello, el símbolo —o, mejor dicho, el principio— del crecimiento, del desarrollo, de la evolución ha sido y sigue siendo utilizado cada vez más en la psicología y en la educación, y en él se basa tanto el concepto como la práctica de la psicosíntesis. Una de sus aplicaciones es el ejercicio que describimos a continuación:


Técnica del Ejercicio

Este ejercicio puede realizarse tanto individualmente como en grupo. En el primer caso, es necesario aprender bien sus distintas fases para poder recordarlas con facilidad. En el segundo caso, el que dirige el ejercicio, lentamente y con las pausas oportunas, lo desarrolla de la siguiente forma:
Imaginemos el capullo cerrado de una rosa. Visualicemos el tallo, las hojas y, en lo alto del tallo, el capullo. Este es de color verde, porque los sépalos todavía están cerrados y, como máximo, en la parte superior, se puede llegar a ver tan sólo un pequeño punto rosa. Procedemos a visualizarlo vividamente, manteniendo su imagen en el centro de la conciencia... Mientras lo observamos, vemos cómo poco a poco se va iniciando un lento movimiento: los sépalos comienzan a separarse dirigiendo sus extremos
hacia afuera, descubriendo así los pétalos rosados, todavía cerrados... Los sépalos se separan cada vez más... y cada vez se distingue mejor el capullo de pétalos de un tenue color rosa... Ahora, también los pétalos empiezan a extenderse... el capullo sigue abriéndose lentamente... hasta que la rosa se revela en toda su belleza y nos quedamos admirándola con alegría. Llegados a este punto, comenzamos a percibir, inhalando, el aroma de la rosa, este perfume tan característico y conocido... tenue, dulzón y agradable... lo olemos con profundo placer... El símbolo del
Perfume ha sido utilizado frecuentemente en el lenguaje religioso y místico («El olor de santidad») y también es frecuente el uso de perfumes en los ritos (incienso, etc..)
Después, visualizamos toda la planta e imaginamos la fuerza vital que brota desde las raíces hasta la flor, produciendo este desarrollo... y permanecemos contemplando este milagro de la naturaleza.
Ahora, nos identificaremos con la rosa o, más exactamente, «introyectamos» la rosa en nuestro interior...
Ahora somos, simbólicamente, una flor, una rosa. La misma Vida que anima el Universo y que ha producido el milagro de la rosa, está produciendo en nosotros un milagro similar, o incluso mayor: el desarrollo, la apertura, la irradiación de nuestro ser espiritual... y nosotros podemos cooperar conscientemente con nuestro florecimiento interior.


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