Tengo 34 años. Nací en Tíbet y desde hace cuatro años vivo en Hong Kong. Soy gran maestro de meditación zen y de yoga tibetano, y músico. Soy célibe, sin hijos. Soy budista, busco paz y felicidad, no poder ni dinero. Mi canto sosiega la mente. La música es el camino a la paz mundial.
VÍCTOR-M. AMELA
ROSER VILALLONGA
-¿Cómo se hizo lama?
Yo tenía cinco años y mi abuela dijo: “Este niño debería ir al monasterio”. ¿Y le llevaron? Sí. Me ilusioné, admiraba a los monjes tanto como mi padre y mi tío, grandes meditadores. ¿Qué le enseñaron los monjes? A leer y escribir tibetano, caligrafía y pintura, medicina tibetana, matemáticas, filosofía, debate... y meditación.
-¿Le gustaba? No.
¿No? Era un niño y me dolía el culo de estar tanto rato sentado, intentando meditar..., ¡mientras oía las risas y juegos de otros chavales fuera del monasterio!
-¿Quiso largarse alguna vez? ¡Muchísimas veces! Estaba muy fastidiado.
Qué sinceridad, señor lama. ¡Ja, ja! De niño tenía un oído finíííísimo: ¡lo oía todo!, y, claro, me despistaba con los sonidos del exterior, era incapaz de meditar.
-¿Sigue oyendo tanto?
¡Diez veces más que tú! Científicos de la Universidad de California me han hecho
pruebas: mientras medito, soy capaz de oír tu respiración a diez metros de distancia.
-Al final aprendió a meditar, entonces…
Llegó el amor, sí. Recuerdo bien el día. Tenía 11 años.
-¿Me lo explica?
No me gustaban las clases, no me gustaba mi maestro, le odiaba, yo estaba muy enfadado... Una tarde fuimos a meditar mi maestro y yo a la montaña, y yo esperaba con fastidio sus indicaciones. “No haremos nada”, dijo. Empezó a llover... y yo rompí a llorar.
-¿Por qué?
Me invadió una súbita e inmensa felicidad. De pronto sentí la mente calma, clara y despierta, ¡una gran paz! ¡Todo estaba bien!
-¿Así, de repente?
Sí. ¡Qué regalo maravilloso! Me traspasó un amor que ya nunca me ha abandonado. ¡Hasta mi odioso maestro me parecía fantástico! ¡Incluso su olor era fragante! Salió el arco iris. Nubes por allí, rayos de sol por allá... ¡Qué hermoso era todo! Empecé a cantar...
-¿A cantar?
Siempre he cantado. Seguí con mi voz el movimiento de la rama de un árbol, la caída de una hoja...
-¿Qué mira, Akarpa?
Veo ahora por esa ventana las ramas de ese árbol y siento hacia él mucha gratitud...
-Un sencillo plátano de Barcelona.
...porque me recuerda aquel día y se me pone la piel de gallina: ¿ve cómo se mueven sus hojas? Se mecen con compás musical, ¡y yo lo oigo! Al caer una hoja traza una melodía que yo puedo cantar. Mira, escucha...
-Suena hipnótico... Y aquel día cantó...
Mi voz y toda la naturaleza alrededor eran un solo movimiento, una misma melodía. Me olvidé de todo. Toda mi rabia, enfado, odio, ¡desvanecidos! Era la felicidad plena.
-¿Cuánto rato estuvo así?
No sé, salí del trance cuando mi maestro me tiró una piedra a la cabeza, ¡ja, ja! Había anochecido. Me ha pasado otras veces...
-¿El qué?
Ponerme a cantar y no darme cuenta del tiempo que pasa... Una vez meditaba caminando y cantando, estaba en una casa pequeña y la gente se asomaba a la ventana para verme... ¡y así pasaron ocho horas!
-¡Ocho horas cantando!
Ni me enteré. En el monasterio, al principio, los monjes mayores me tomaban por loco al verme meditar cantando... Me hacían callar. ¡Ahora les gusta! Y hasta tienen mi música como sintonía de llamada en el móvil.
-¿Los lamas tienen móvil?
Claro. Cada día estamos más tecnificados.
-¿Qué es lo que canta?
Desde canciones tradicionales con mantras hasta canciones que me salen de dentro. Mi música me ayuda también en mis clases de zhang-zhung yoga.
-¿Qué yoga es ese?
El yoga más antiguo, originario de lo más profundo de los Himalayas en los tiempos más remotos. Implica al cuerpo, al habla y la mente. La meditación, sólo a la mente.
-¿Y qué es un mantra?
Frases melódicas que ayudan a rezar y a meditar. Hay mantras de miles de años, parece que los antiguos egipcios ya los usaban... He grabado un disco con mis cantos que ha vendido ya 800.000 copias en China.
-Enhorabuena.
Con mis cantos la gente medita, reza, se relaja. Y muchos hasta combaten el insomnio. Se ha comprobado que estos cantos sosiegan la mente, serenan el cerebro humano.
-Si le escucho, ¿seré mejor persona?
Te ayudará a ser mejor y más feliz, seguro. ¿Irás a escucharme?
-Ire
Y siendo tú mejor, tu entorno mejorará. Y si crecen los entornos compasivos, ¡el mundo será mejor! Si tú mejoras, el mundo mejora. Y la música es el camino, la música es el camino de la paz y la felicidad mundial.
-A ver cómo suena...
San ye... aramboche yen ba... lam yen arambocheeeeeeeeee...
La Vanguardia
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