12 de noviembre de 2007

Percibí que el cristal tenía la respuesta

Nota diario La Nacion

Las manos de Grace Argüelles juegan con un cristal ovalado de brillo extraño. Cuenta que se trata de una obsidiana arco iris, conocida en Oriente como el ojo de Buda . "Aunque nuestro ego crea lo contrario, tendríamos que aceptar que cuando elegimos una piedra, en realidad, es la piedra la que nos elige a nosotros. Porque esa piedra contiene la energía que necesitamos para restaurar nuestro equilibrio interior", sonríe, misteriosa.

"Recuerdo algo que me ocurrió hace un tiempo. Una tarde entré en un negocio donde vendían piedras, con la idea de regalarme un cristal porque se acercaba mi cumpleaños. En algún momento, y sin darme cuenta, tomé uno y lo apreté contra mí, mientras elegía. Estuve un buen rato buscando indecisa, y si bien había uno que me atraía especialmente, no terminó de convencerme. Finalmente, algo sorprendida al descubrir que todavía llevaba en la mano el que había tomado al entrar, lo dejé y salí del negocio."

Argüelles acaba de regresar de una travesía que la lleva todos los años por España, Colombia, Perú, México y Costa Rica, donde da cursos y aplica sus investigaciones y estudios de cristaloterapia a la curación.

"Una semana más tarde de mi visita a ese negocio de piedras, mis alumnos me preguntaron qué cristal me había gustado más, porque querían regalármelo para el cumpleaños. Les indiqué el que me había atraído especialmente, pero al llegar al local el dueño les dijo que ése no era el que yo quería. ¿Cuál entonces? , preguntaron asombrados mis discípulos. ¡Este! , exclamó el encargado, mostrando el que yo había llevado inconscientemente en la mano mientras duró mi permanencia en el negocio. Por supuesto, ése fue el regalo y todavía lo conservo. Comprendí que mi ademán al tomarlo sólo fue inconsciente en apariencia. Pienso que en cuanto entré en el local se estableció un contacto sutil entre mi cristal y yo. Como diríamos, un amor a primera vista.

-¿Por qué?

-Es que había algo en mí que necesitaba de él, de su energía. Y yo, en mis niveles más profundos de conciencia, percibí que el cristal tenía la respuesta. En la naturaleza todo está interrelacionado, es la famosa ley de sincronicidad de la que hablaba Carl Gustav Jung. Nunca estamos solos, pero, curiosamente, hemos desarrollado una cultura que no nos permite disfrutar esa realidad maravillosa. Y eso siempre termina por enfermarnos porque, aunque lo hayamos olvidado, nosotros somos una parte ineludible de la naturaleza.

-¿Qué es lo que no vemos?

-Los teóricos de la nueva física, la cuántica, sostienen que todo lo que nos rodea o podemos imaginar es energía e información. ¡Y es cierto! Lo vemos en las cosas más sencillas. Vivimos dando y tomando energía. Recibimos energía con la mano izquierda y la damos con la mano derecha. Si somos zurdos, es al revés. Incluso todo nuestro lenguaje gestual está basado en dar y tomar energía: palmadas en la espalda, apretones de manos, caricias... Cuando saludamos con el brazo extendido y agitando la mano a alguien que descubrimos caminando en sentido contrario por la vereda de enfrente, o a un amigo que parte en un barco o en un tren, ¿qué estamos haciendo? ¡Enviándole energía! Regalo que él, a su vez, retribuye extendiendo el brazo y brindándonos su energía. Todo es un diálogo, un intercambio fabuloso y dinámico del que no somos conscientes. Entre otras cosas, la actitud distante afecta también nuestra relación con uno de los reinos más importantes del planeta: el mineral. Sin embargo, hay en lo profundo de nosotros un deseo de restablecer la comunicación.

-¿Cómo lo sabemos?

-¡Hay pistas! Por ejemplo, cuando vamos de vacaciones a las sierras cordobesas sentimos, de pronto, una alegría particular. Porque el paisaje tiene algo novedoso, ¡está poblado de piedras! Podemos tomarlas; observarlas; acariciar su superficie rugosa con raras texturas en la que asoman espectros de minerales novedosos; sentir su calor. Llevarlas a nuestras casas y distribuirlas en lugares visibles para renovar un ambiente opaco y previsible.

-¿Qué es la cristaloterapia?

-Un arte de sanación muy antiguo y potente que opera sutilmente. Sobre el cuerpo del paciente se disponen los cristales en los centros energéticos afectados hasta que su vibración se restablece y armoniza el correcto funcionamiento. En nuestro ADN hay cristales, por eso es posible que las vibraciones de los minerales sanadores curen nuestro cuerpo.

-¿Cómo se conversa con un cristal?

-Para dialogar con un cristal debemos, en primer lugar, sosegar o dejar a un lado nuestra mente. Porque es un diálogo sin palabras, un diálogo de percepciones táctiles, visuales, térmicas, etcétera. Cierre los ojos, acaricie el cristal, sienta su calor, su textura, y las imágenes le irán revelando sus secretos, sus virtudes sanadoras Al principio puede resultar algo cercano a la ciencia ficción, pero no se desanime. ¡Haga la prueba!

Luis Aubele


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