12 de noviembre de 2010

A veces querer entender lo que nos sucede, lo que vivimos y el mundo desde la mente, es como querer mirar la realidad a través del ojo de una cerradura. 
Nos olvidamos que somos seres multidimensionales, y la realidad, el Universo tiene infinitud de variables que intervienen a cada instante. Creo que es un acto de humildad reconocer que no todo se puede entender, por lo menos, por los medios habituales. Confiar en que "hay algo mas" que se escapa a nuestra comprensión en un cuerpo mortal. Tal vez, cuando dejamos de buscar explicaciones, la esencia se manifieste.
A veces, nos olvidamos que estamos en un viaje. Un viaje interior a traves del entramado que es nuestra consciencia. 
Una vida, muchas vidas. Que pasaría si todas las vidas estuvieran sucediendo a la vez? Si el tiempo fuera una ilusion? Y si solo fueran los sueños de una consciencia que se autoexperimenta a sí misma a través de ellos? Seriamos Uno pero muchos a la vez.


Las cosas cobran mas sentido a medida que nos acercamos al Sol que ilumina nuestra galaxia interior. También hay satélites, nubes de asteroides, diversos planetas....en que parte del viaje te encuentras?
Somos tejedores de realidades...

"De los errores nacen nuevos caminos"

Mark Berger, supervisor de mezclas sonoras y montador, con cuatro Oscar de Hollywood
"De los errores nacen nuevos caminos"
IMA SANCHÍS  - 12/11/2010
La imagen de la voz

Posee cuatro Oscar por la innovación en los usos sonoros en Apocalypse now (Francis Ford Coppola), Elegidos para la gloria (Philip Kaufman), Amadeus (Milos Forman) y El paciente inglés (Anthony Minghella). "Yo puedo ver a una persona y no recordar su nombre o su cara, pero al escuchar su voz y cerrar los ojos, la reconozco. La voz para mí tiene muchas más imágenes que la imagen en sí, y me da mucha más información que las palabras". Berger es inacabable: 150 películas y mil anécdotas que contar. Es un privilegio poder escucharlo en la escuela de cine de Barcelona Bande à Part, donde imparte un seminario. Hoy dará una charla para los miembros de la Acadèmia del Cinema. 

Tengo 67 años. Nací en San Francisco y vivo en Berkeley (California). Estoy casado desde hace 34 años y tenemos dos hijos. En EE.UU. hay una mala distribución de recursos: un 1% acapara el 80% de los recursos. Creo que Dios es una construcción del cerebro humano

Licenciado en Cirugía Experimental.

Sí, abría cerebros de ratones.

Pues de eso al cine...


Puro azar. Para no ir a la guerra de Vietnam y para conocer mundo me apunté al programa Cuerpo de Paz: un servicio social alternativo en otro país para los graduados universitarios.

¿Le tocó hacer de operador de sonido?
Sí, en un programa de televisión educativa para niños en Colombia. Cuando después de dos años y medio volví a Los Ángelespara hacer mi posgrado, la vida académica me aburría, así que seguí haciendo de técnico de sonido en documentales.

¿Se le daba bien?

Tenía una capacidad innata, sabía cómo hacerlo. Es parte de mi ser, siempre he preferido escuchar que mirar.

¿Cómo tropezó con Coppola?

Eran los años 70 y en el Norte de California alrededor de Coppola se aglutinó toda una generación de cineastas (Saul Zaentz, George Lucas...) que estaban en contra de la gran industria de Hollywood y su manera de hacer y contar las cosas, querían ser libres. Me ofreció trabajar con él. El padrino II fue mi primer largometraje.

¿De nuevo el azar?

Todo fue por estar en el sitio correcto, en el tiempo correcto, con los conocimientos correctos y tener una gran suerte.

... Previamente usted había dado un quiebro importante en su vida.

Pero a mí siempre me interesó el sonido. En casa no tuvimos televisión hasta mis 8 años, así que me metía en la cama con una radio enorme escondida bajo las sábanas para que mi madre no me descubriera.

Pues dicen que los niños que no duermen no crecen.

Ya ve que no es mi caso. Crecí y desarrollé la capacidad de formar imágenes en mi cabeza y responder emocionalmente a sonidos. Escuchaba novelas de cowboys: pasos, galopes, puertas que se cierran, puñetazos. Me metía en las historias a través del sonido, y ya no sé que vino primero, si el sonido o el sentimiento. Se desarrollaron juntos.

Acabó ganando cuatro Oscar.

Era la época dorada del sonido en el Norte de California. Para los directores de ese movimiento, tener su propio estudio de sonido era lo máximo, todos se lo construían.

¿Qué ha sido para usted lo importante?
Todos los momentos clave de mi vida han sido el resultado de seguir mi intuición y mi corazón. Cuando ingresé en el Cuerpo de Paz, los que me rodeaban me decían: "¿¡Porqué quieres tirar tu carrera por la borda!?".

Entiendo.

Ellos estaban pensando en una vida normal con etapas bien establecidas, pero yo quería hacer otra cosa y he tenido la suerte de descubrir mi talento y que el resto sepa apreciarlo, y por el camino he aprendido un montón de cosas.

Cuénteme.

Si lo tienes todo muy planificado, pierdes las oportunidades de cambio, de que la fortuna te visite: rumbos y personas nuevas. Siempre hay que estar atento y pillar las oportunidades al vuelo, fiarte de tu instinto aunque no sepas adónde va a llevarte.


Estamos aquí para conocer.

... Y conociendo, te conoces a ti mismo; enfrentándote a la incertidumbre descubres tus talentos, y eso es más importante que seguir un plan trazado. "Haced lo que os dé la gana", les digo a mis alumnos.

Arriesgado.

A veces, mezclando cometemos errores: un sonido más alto de lo previsto o que no debería estar, ¡y resulta que queda perfecto! Esa es otra regla de mi vida: no ejerzas tanto control como para no dejar espacio a lo inesperado. Si las cosas están más sueltas, menos rígidas, la creatividad puede expresarse. De los errores nacen nuevos caminos.

¿Alguna otra ley Berger?

Que el sentido del humor vale más que cualquier justificado mal humor. Lo que nos ocurre forma parte de nuestra vida: puedes responder con una actitud pesimista u optimista, pero debes ser consciente de que puedes elegir la respuesta.

¿Qué elige usted?

Con sentido del humor se puede pasar por la vida gozando de todo. Yo soy un optimista cínico: siempre creo que las cosas van a salir bien pero por las razones incorrectas.

¿Cuántas veces ve una película?

Cinco mil veces, y nunca voy a ver mis propias películas al cine porque siempre hay un altavoz que no funciona o el sonido está más ecualizado, y me duele mucho. A mis amigos, especialmente Susana, no les gusta ir al cine conmigo porque en cuanto empieza la película yo ya estoy tocando la puerta de la sala de proyección. ¿Pero sabe qué?

¿Qué?

Lo que merece la pena no es la película ni el sonido, sino trabajar con personas: el ambiente de creatividad, el movimiento de ideas, la interacción entre el director, los productores, los montadores. Manejar ese intercambio, mantener un clima de apertura en el que todos se sientan libres de hacer sugerencias, sin egos que dominen, es el 60% de mi trabajo.

Dígame, ¿por qué está tan alto el sonido en el cine?

Los multicines bajan el sonido para que en la sala de al lado no se oigan los tiros y, sabiéndolo, los directores, que quieren que el sonido se sienta en la barriga, hacen la mezcla más alta. Yo me llevo los tapones.

El miedo a sufrir: reflexiones sobre el dolor - Roberto Assagioli -

Uno de los mayores obstáculos que se oponen a nuestro desarrollo espiritual es el miedo a sufrir. Este nos hace retroceder ante las dificultades y nos impide luchar, cortándonos las alas y paralizando nuestros más generosos impulsos. Pero también hace algo peor: con frecuencia nos induce a abandonar nuestros deberes, a faltar a nuestros compromisos internos o externos y nos hace pecar de omisión, lo cual no es a veces menos grave que caer en el exceso.
Por consiguiente, es imprescindible para todo hombre que aspire a recorrer la vía del espíritu el proponerse superar este obstáculo, venciendo o al menos atenuando su miedo a sufrir. Pero, para conseguir vencer este miedo fundamental y tan arraigado en nosotros, hay que conocer la verdadera naturaleza, el significado y la función del sufrimiento. Es necesario aprender cuál es el mejor comportamiento que podemos adoptar frente a éste, pero sobre todo también debemos aprender cómo transformarlo para que llegue a ser una verdadera fuente de bien espiritual.
La primera lección que debemos aprender con respecto al dolor es una lección de consciencia y de sabiduría. De hecho, mientras sigamos considerando el sufrimiento como un mal, como algo injusto, cruel, o como mínimo incomprensible, no seremos capaces de dominar el arte que se requiere para acogerlo, transformarlo y convertirlo en algo positivo.
En el pasado, muchos se conformaban con explicaciones dogmáticas o renunciaban a comprenderlo, amparándose en Dios; a algunos todavía les basta con ello. Pero, actualmente, la mayoría de los hombres no pueden ni quieren permanecer dentro de estos límites, y quieren conocer, comprender y llegar al menos hasta donde su razón humana y su intuición espiritual se lo permita.
A esta insuprimible exigencia del hombre moderno, y para su hambre interior, los grandes conceptos espirituales ofrecen un sano y vital alimento que le proporciona una total satisfacción, tal y como puede atestiguar por experiencia quien en ellos ha encontrado la luz, la fuerza y la paz. Dichos conceptos son bien conocidos, por lo que tan sólo acentuaremos la luz con la que alumbran el problema del dolor.
La humanidad se encuentra ahora en el arco ascendente de su evolución. Tras haber descendido hasta lo más profundo de la materia, ahora está subiendo lenta y fatigosamente hacia el espíritu, hacia su patria eterna.
El hombre, tras haber alcanzado el máximo de la separatividad, de la auto limitación y del egocentrismo, ahora debe ir ampliando gradualmente los confines de su propio yo personal restableciendo la comunicación armónica con sus semejantes, con el universo y con lo Supremo.
Cuando el hombre empieza a sentir esta íntima necesidad y este deber, se inicia en él una ardua e intensa lucha: el impulso y la tendencia a la ampliación y a la expansión chocan contra las rígidas y duras barreras de la separatividad y del egoísmo.
El alma se siente entonces como un pájaro enjaulado: prisionera de una estrecha celda; en consecuencia, se debate y sufre. Este es el estadio crítico y doloroso que precede necesariamente a la liberación—o, mejor dicho, a una primera liberación— del alma.
En el actual período de despertar espiritual, muchas personas se encuentran atravesando precisamente esta fase. A la luz de esta exposición sintética, la cual nos demuestra que el sufrimiento es algo necesario e inevitable para nuestro proceso de evolución, podremos comprender más profundamente y aceptar con más facilidad los distintos significados particulares y las diferentes funciones específicas del dolor.
En primer lugar, podemos darnos cuenta de que el sufrimiento constituye una expiación ligada a la inevitable ley de causa y efecto. Pero dicha expiación no constituye la única función del sufrimiento, ni es tampoco la más importante o esencial. El sufrimiento ayuda poderosa y directamente al ascenso y liberación del alma: la purifica, quemando con su benéfico fuego muchas de las escorias terrenas; y la esculpe, liberando del bloque de
materia informe al dios que estaba encerrado. Como dice la bella expresión: «Los dioses se forman a golpe de martillo».
Así pues, el sufrimiento templa y refuerza, desarrollando en nosotros este difícil y admirable poder de resistencia interior que es condición indispensable para el desarrollo espiritual. Muchas personas no se dan cuenta que el espíritu es algo tremendamente poderoso y que carecemos todavía de la suficiente fuerza y resistencia para acogerlo y soportarlo. Ambas cosas se desarrollan sobre todo mediante el dolor.
Además, el sufrimiento desarrolla y hace madurar todos los aspectos de nuestra conciencia,
especialmente los más profundos y sutiles. El dolor obliga a que desviemos la atención del
fantasmagórico mundo exterior, nos libera del apego hacia él y nos hace profundizar en nosotros mismos; nos hace más conscientes y nos incita a buscar consejo, luz y paz en nuestro interior y en el espíritu que anida en cada uno de nosotros. En resumen, el dolor nos despierta y hace que nos revelemos ante nosotros mismos.
Nuestro dolor, en fin, nos permite comprender mejor y compartir el dolor de los demás, lo cual nos hace más sabios y dispuestos a prestar ayuda a los que nos rodean. Como dice el hermoso verso virgiliano: «Non ignara mali, miseris succurrere disco» (no ignorando el mal, aprendo a socorrer a los infelices).
Sin embargo, llegados a este punto se podría objetar: ¿por qué, entonces, el dolor produce tan a menudo el efecto contrario? ¿Por qué a veces nos irrita, nos exaspera y nos empuja al mal, al odio y a la violencia?
Que esto es así, y ello con lamentable frecuencia, es innegable; pero no debe considerarse como un efecto necesario y fatal del dolor. Una observación psicológica mucho más profunda demuestra claramente que la mayoría de las veces estos efectos se deben a la actitud de oposición que solemos adoptar ante los acontecimientos dolorosos.
Descubriremos que este es un hecho importantísimo, sobre el cual debemos concentrar nuestra atención: las consecuencias del sufrimiento y su cualidad dependen más que nada de la actitud que asumimos frente a él, de cómo lo recibimos interiormente y de nuestras reacciones externas. San Pablo ya expresó sintéticamente esta verdad en la hermosa frase: «Hay dolores que ensalzan y dolores que abisman». Por ello vamos a examinar a continuación las diversas actitudes que podemos asumir ante el dolor y las
consecuencias que de ellas se derivan.
Si nos sentimos impotentes ante el dolor —que es lo que sucede con frecuencia— nos rebelamos contra él y el resultado es una exacerbación del dolor, un nuevo dolor que se añade al primitivo dolor formándose un círculo vicioso que da lugar a errores, culpas, obcecación, desesperación, violencia, etc.
Con las pruebas se sufre menos, al evitarse algunas de las consecuencias negativas externas, pero seguimos conservando las internas: como el abatimiento, la depresión o la aridez; de este modo de ellas no se aprenden buenas lecciones, sino meramente a soportar y a aguantar. La aceptación del dolor presupone, por el contrario, esa consciencia de la que hemos hablado anteriormente o un acto de fe: fe en Dios y en la bondad de la vida; pero para ser eficaz debe ser una fe viva y activa.
Es aceptando inteligentemente el dolor como se aprende de sus múltiples lecciones; se coopera, y ello reconforta y abrevia considerablemente el sufrimiento. Además, no es raro que suceda un hecho sorprendente: apenas bien aprendida la lección, la causa del sufrimiento desaparece. En todos y cada uno de los casos, tras la aceptación del dolor sobreviene una maravillosa serenidad, una gran fuerza moral y una profunda paz.
En ciertos casos se puede llegar a una tan plena comprensión de la función y del valor del sufrimiento, a una aceptación tan voluntariosa, que se experimenta un sentimiento de alegría incluso en medio del mayor sufrimiento. Santa Teresa —que habla de su experiencia personal al respecto en su biografía— califica de misterio a
este hecho. Pero, a la luz de estas concepciones, tal aparente misterio tiene una clara explicación. Sabemos, de hecho, que el hombre no es algo simple, sino que está compuesto de una multiplicidad psicológica. Existen en nosotros diversos niveles, por lo cual es perfectamente factible que mientras que el nivel emotivo —por ejemplo— sufre, otro nivel más elevado pueda estar gozando. Es posible, entonces, que en algunos casos el gozo y la alegría inherentes a la aceptación espiritual puedan prevalecer hasta el punto de superar el dolor y de hacerlo desaparecer directamente de la conciencia.
Estos datos, aunque demasiado sucintos e incompletos debido a la vastedad del tema y a su
complejidad, pueden al menos ayudar a comprender la profunda justificación del dolor en la vida de los hombres y su necesaria función evolutiva, así como a sentir la elevada y preciosa tarea a la que podemos ofrecerlo y consagrarlo.


Roberto Assagioli - PSICOSINTESIS: SER TRANSPERSONAL

El miedo y la osadía. - Tyler Dewar


Tal vez la primera reacción que tenemos a nuestro propio sufrimiento es el miedo. El miedo surge en nosotros de forma casi automática cuando experimentamos emociones fuertes o el dolor. No tenemos que sentarnos y generar miedo - simplemente aparece. Cuando experimentamos una emoción perturbadora, como los celos pensamos, "No, yo no quiero esto." Quisiéramos no experimentarlo. Sin embargo, si examinamos el miedo de cerca, vemos que es un pensamiento al que hemos habituado nuestra mente por un tiempo muy largo. Hemos repetido este patrón de pensamiento de miedo por muchos años, y desde un punto de vista budista, muchas vidas.
De la misma manera, cuando nuestra mente se habitúa a ser osada, a ser valiente y abierta, ante nuestras emociones, la valentía también surge de forma natural. Para que esto suceda, debemos entrenarnos en la aplicación de antídotos a nuestros patrones de pensamiento que se encuentran atrapados en el miedo. De esta manera, podemos trascender el miedo primero a través de un proceso conceptual, que más tarde se convierte en no conceptual, una osadía natural. Para llegar a ser valiente en este camino, necesitamos la determinación y la voluntad de enfrentar a nuestras emociones. Con esa firme determinación y el coraje, la valentía surgirán sin esfuerzo.

Trainings in Compassion: Manuals on the Meditation of Avalokiteshvara trans. by Tyler Dewar under the guidance of The Dzogchen Ponlop Rinpoche, published by Snow Lion Publications

Entrevista a stella maris maruso