10 de noviembre de 2010

Volver al Amor de Marianne Williamson (Un Curso de Milagros)

Tal como interpreto el Curso, "lo que más miedo nos da no es ser incapaces. Lo que más miedo nos da es ser poderosos más allá de toda medida. Es nuestra luz, no nuestra oscuridad, lo que más nos asusta". «¿Quién soy yo para ser una persona brillante, hermosa, dotada, fabulosa?» En realidad, ¿quién eres para no serlo? Eres un hijo de Dios, y si juegas a empequeñecerte, con eso no sirves al mundo. Encogerte para que los que te rodean no se sientan inseguros no tiene nada de iluminado. Todos estamos hechos para brillar, como brillan los niños. Nacimos para poner de manifiesto la gloria de Dios, que está dentro de nosotros. No sólo en algunos, sino en todos nosotros. Y si dejamos brillar nuestra propia luz, inconscientemente daremos permiso a los demás para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia automáticamente liberará a los demás.
Un obrador de milagros es un artista del alma. No hay arte más elevado que el de vivir una vida bondadosa. Un artista informa al mundo de lo que hay por detrás de las máscaras que usamos. Todos estamos aquí para hacer eso mismo. La razón de que tantas personas estén obsesionadas por llegar a ser estrellas es que todavía no lo son en su propia vida. Los reflectores cósmicos no están enfocados sobre ti, sino que irradian desde tu interior. Yo solía tener la sensación de estar esperando que alguien me descubriera, que alguien fuera mi «productor». Finalmente me di cuenta de que la persona a quien estaba esperando era yo misma. Si esperamos que el mundo nos dé permiso para brillar, jamás lo recibiremos. El ego no nos da ese permiso. Sólo lo concede Dios, y ya lo ha hecho. Él te ha enviado aquí como su representante personal y te pide que canalices Su amor hacia el mundo. ¿Todavía esperas un trabajo más importante? Pues no lo hay.
Existe un plan para cada uno de nosotros, y cada uno de nosotros es un ser valioso. A medida que abrimos más nuestro corazón, se va moviendo en la dirección en que se espera que vayamos. Nuestros dones nos brotan desde nuestro interior, y se extienden por sí solos. Logramos las cosas sin esfuerzo.
¿Cómo podía no haber pintado Leonardo da Vinci? ¿Cómo podía Shakespeare no haber escrito? En las Cartas a un joven poeta, Rilke dice a un escritor novel que escriba solamente si tiene que hacerlo. Hemos de hacer lo que para nosotros es profundamente imperativo, psicológica y emocionalmente. Ese es nuestro punto de poder, la fuente de nuestro resplandor. La motivación de nuestro poder no es racional ni voluntaria. Es un don divino, un acto de gracia.

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