20 de mayo de 2013

Pensamiento crítico: "Quizás aquello que pensamos como algo imposible, no lo sea"


Reconoce que el título de su libro, de reciente aparición, "El arte de conseguir lo imposible", es provocativo. Xavier Pirla aboga por un sistema que enseñe otra forma de pensar y sentir, en torno de un profundo proceso vital

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-¿Cómo concebiste la estructura de tu libro, “El arte de conseguir lo imposible”?

-Lo que escribo en él es lo que enseño en mis cursos. Es una parte de un curso mío, de un practitioner de Programación Neurolingüística (PNL), que alguien propuso en un momento dado que lo escribiera, y pensé que lo que doy gusta mucho a la gente. En ese curso enseño cómo hacer funcionar nuestro cerebro con más conciencia y, sobre todo, con un pensamiento más estratégico y más pragmático. Es decir, por un lado enfocado a objetivos, qué es aquello que quieres y cómo tienes que pensar, sentir y hacer para conseguirlo, y luego, ¿lo que estás haciendo te acerca a lo que quieres?, ¿sí o no? ¿No?, pues cámbialo.

-La vida se ha vuelto “imposible” con tantos cambios en los últimos años. ¿Las recetas del pasado sirven para los retos del futuro?

-Me defino como una persona que normalmente está en contra de las recetas. Las recetas del pasado servían para problemas del pasado. Ahora, ¿qué recetas vamos a aplicar para problemas del presente? Tendremos que esperar que aparezca “un cocinero” y proponga una receta nueva... Yo enseño más a cocinar según lo que convenga en este momento, o mejor dicho, a cocinar según lo que hay en el frigorífico. Si antes me dedicaba a recetas de haut cuisine y ahora resulta que en mi frigorífico tengo una patata, unos garbanzos y un poco de queso, alguien me tiene que enseñar qué hacer con eso, y quizá lo mejor no sea dar recetas. Lo que enseño es a cuestionar nuestro modo de pensar, de sentir, para que podamos cambiar y adaptarnos a la situación actual.

-¿Puedes explicar, en base a tu experiencia, a qué refieres cuando hablas de imposible?

-El título del libro es evocador o, diría, hasta provocativo. “¿Se puede conseguir todo lo imposible?”, me preguntaron en una entrevista en la radio. No, no, no. Me refiero a que muchas veces tenemos en la cabeza un conjunto de ideas que nos hacen pensar que hay cosas imposibles, cuando quizá no lo sean. Pero hasta que no las cuestionas, no descubres que son posibles. Eso no quiere decir que todas se puedan convertir en posibles, sino que un buen número de las que pensabas eran imposibles, pueden ser posibles. Si se da ese cambio ya será un buen cambio.

-Tal vez aquello que veamos como algo imposible sea porque estamos muy cómodos, acostumbrados, en una zona de confort, lo cual hace que nos pongamos un manto de imposibilidad.

-Una cita de Virginia Satir (célebre psicoterapeuta estadounidense) decía que las personas están dispuestas antes a morir que a enfrentarse a lo desconocido, a cambiar. Esa zona de confort es lo conocido, donde no hay nada o poco nuevo. La zona de aprendizaje es donde existe lo diferente. Nuestro cerebro busca patrones, conductas similares, así puede hacer predicciones de lo que pasará. Por eso nos encontramos cómodos con aquello que podemos predecir, en la rutina. Pero el aprendizaje se da en lo diferente, ahí está la gran paradoja: nos sentimos cómodos con lo similar, pero aprendemos y nos desarrollamos con lo diferente. Lo diferente genera sensaciones raras, incómodas a veces, que no todo el mundo está dispuesto a gestionar ni a vivir. He aquí el problema.

-Un amigo decía que las personas podrían dividirse en dos grandes grupos: los adrenalínicos y los endorfínicos. Es decir, aquellos que aprenden a través de estímulos y un gran desgaste en todo sentido, y otros que lo hacen sin pérdida de energías, sino a través del placer.

-Lo que nos permite expandir esa zona de conocimiento es, por definición, lo nuevo y normalmente, al menos al principio, es incómodo. Pero hay personas que le sacan placer a la incomodidad y otras, a través de diferentes maneras: o mediante esa sensación de riesgo, de aventura, o por sensaciones de satisfacción. Son dos sensaciones distintas, pero diría que las dos acaban sacando endorfinas. Quien lo hace al principio con adrenalina, acaba satisfecho de algún modo, de lo contrario por qué lo haría, ¿sólo para castigarse?, no creo. Finalmente, todos terminamos con endorfinas. También creo que todos pasamos por la adrenalina, para aprender. Es que algunos lo viven muy mal y otros, luego de estar mal, sienten satisfacción, orgullo.

-En estos momentos, a nivel social, hay poca asertividad. ¿Cómo trabajas con el “sí se puede” y “no se puede”.

-Recomiendo que veas el vídeo “Piensa diferente, vive diferente” (en Youtube), que habla justamente de esto. Es una animación que habla de cómo lo que nos ha pasado desde que somos pequeñitos ha forjado un sistema de creencias en nosotros que determina cómo ahora pensamos sobre la vida. He escrito en mi blog personal un post que titulo “La escuela me lavó el cerebro” porque, a modo de ejemplo, una de las cosas que te hacen creer es que quien es bueno en la escuela será bueno en la vida, y que para ser bueno en la escuela debes ser bueno en todas las asignaturas. Nadie te cuenta que además de los ríos del mundo, etcétera, existe la gestión emocional, la autoestima, la toma de decisiones, la comunicación, y todo eso forma un paquete trascendente para vivir la vida. Luego sales de la escuela y lo primero que te pasa es que crees que por no haber sacado buenas notas, no podrás ser tan bueno como quien sí las ha obtenido. Además tus padres están convencidos de lo mismo. “¡Pobrecito este chico, como no le ha ido bien en la escuela vamos a ver qué puede hacer en la vida!”… En vez de acompañar al niño en su singularidad, en su esencia y potencialidad, nos dejamos llevar por la estandarización y la marea. Eso condiciona mucho nuestra existencia porque acabamos creyendo esta gran mentira, empezando por la escuela o la universidad, donde se convierte un sistema estándar en un examen de cómo eres tú como ser humano.

-¿Y cómo desmontamos eso?

-Sir Ken Robinson hace mucho tiempo aboga por un cambio del sistema educativo. Pero yo no estoy aquí para eso, sino para enseñar a través de mis cursos, páginas web y libros, lo que tendrían que hacer las escuelas que se llama pensamiento crítico. Ese pensamiento hace que cuestiones tu modo de pensar, ahí está la clave de todo. Pero no interesa a los profesores, ni a los padres ni al gobierno. Lo único que nos puede hacer mover como civilización es que nos podamos cuestionar ese tipo de creencias, que no nos ayudan, y para eso se necesitan herramientas de pensamiento crítico. Es así como podemos sacarnos de encima ese muro que no existe y que llamamos crisis o recesión.

-Incluso, quizá en el futuro la escuela físicamente no exista. Será a través de Internet…

-Sí, y si es así, que a los niños se les enseñe lo que debe enseñarse. El sistema educativo está desfasado. ¿Para qué le enseñas a un niño geografía si tiene un Smartphone?, eso no es lo tiene que aprender. Lo que sí debe aprender es a cómo navegar por la información, cómo gestionar sus propias emociones, y no la acumulación de conocimiento que está en la Red.

-Paradójicamente tenemos los mismos problemas emocionales que nuestros antepasados cavernícolas.

-El mayor cambio que ha pasado desde la Edad de Piedra es que ahora tenemos conciencia de que las emociones no son algo para esconder, un mal, una enfermedad, un virus, que uno no tiene que mostrar. Hemos evolucionado mucho con los años. Actualmente existen herramientas para gestionar las emociones, la PNL es una de ellas. Sí es cierto que hay reacciones emocionales que seguramente no podemos controlar los primeros segundos, pero eso no significa que luego no las podamos encauzar. A esto me dedico, a gestionar emociones, quizá no la primera respuesta instintiva, pero sí lo que viene después. Todos tenemos derecho a enfadarnos quince segundos, pero de qué sirve enojarse durante 20 años con un hermano, un primo o un socio.

-En tu libro hablas de objetivos y propósitos. ¿No son lo mismo?

-Digo siempre que lo peor que te puede pasar con un objetivo es que lo consigas y lo peor que te puede pasar con un objetivo es que no lo consigas. ¿Por qué?, porque si alguien basa su vida en la consecución de un objetivo, una vez alcanzado, ¿qué le queda? Y hay un riesgo: que no quede nada. Esto se ve en el mundo del deporte, por ejemplo. Si pones todo tu esfuerzo en un objetivo y no tienes éxito, corres el riesgo de que tu vida deje de tener sentido. Por eso hablo de propósito o dirección en la vida, donde lo que se marca es una especie de sendero limitado por tus valores, aquello que es importante para ti. Hay personas que al propósito le llaman misión, y dentro de esta misión o propósito en la vida caben los objetivos; si hay uno que no consigues, podrá haber otro más adelante que esté alineado con ese propósito. En el libro cuento que conocí a una atleta de alto rendimiento que toda su vida estuvo obsesionada con un objetivo, lo consiguió y no le quedó nada después. Es más importante trazarse un camino y que en él vayan apareciendo grandes o pequeños objetivos, no importa, siempre con un sentido más profundo a nivel existencial.

-Para ti, ¿qué es un héroe?

-Me gusta decir que un héroe es aquel señor que tiene una familia y la saca adelante. Pero buscando una definición de héroe, es aquella persona que consigue hacer algo que en algún momento de su vida pensó que era imposible hacerlo. Y eso le puede pasar a la vecina del cuarto piso, a un bombero, a cualquiera.

-En el camino del héroe frecuentemente hay varios fracasos hasta llegar al éxito.

-Quiero pensar en que generalmente el éxito llega, por definición, luego del último fracaso. En esta cultura mediterránea el fracaso está altamente penalizado desde la escuela. El fracaso solo significa algo malo sobre ti, cuando en otras culturas el fracaso dice mucho de ti: que has arriesgado, lo has intentado, que has sido valiente. Esta es una de las principales cuestiones para cambiar. Se premia más al conservador que no arriesga mucho y no pierde demasiado, que a aquel que arriesga y puede ganar y perder mucho. Es básicamente un tema cultural y para mí la vida se construye a través de errores, sobre todo aprendiendo de ellos. Sé que es un tópico, pero resulta que la ciencia funciona de este modo, y lo curioso es por qué la escuela no lo explica así, un gran enigma.

-El prólogo de tu libro lo firma Kyle Minard. Cuéntanos cómo es tu relación con él y qué ha significado para ti.

-Lo conocí hace tres años en Estados Unidos, cuando llegó como alumno a un curso que yo daba, y al cabo de pocas horas se convirtió en mi profesor. La primera reacción de ver a un tetraamputado congénito (sin brazos ni piernas) en una silla de ruedas es querer ayudarle. Luego te das cuenta de que él se vale por sí mismo, tienes vergüenza propia de haberte quejado tantas veces en la vida, y finalmente lo tomas como una referencia. Esa es la transición emocional típica con él. De ahí nació una amistad y acabó con su prólogo en mi libro y su visita a Barcelona (el mes pasado). Kyle es para mí un ejemplo, no una referencia. Un ejemplo de lo que puede llegar a hacer un ser humano con su cabeza, porque claramente no tiene que ver con las extremidades sino con la cabeza, en su caso. No puede ser una referencia porque yo he nacido con brazos y piernas, mi experiencia es distinta a la suya, por lo tanto mi única referencia es si soy yo mismo y la capacidad que tengo de evolucionar. Su mensaje, sin excusas, es muy válido para todos en estos tiempos.

-Entre sus habilidades, ¿qué te llega más de Kyle?

-La habilidad que tiene más desarrollada es la convicción. Pero hay una salvedad y es muy importante aclararlo: la convicción nos puede llevar al mayor de los éxitos como también al mayor de los fracasos. Lo que para él es su mayor bendición se puede convertir en su mayor maldición. Y lo hemos hablado los dos. Estar demasiado convencido de algo te puede mandar directamente al precipicio. Puedes saltar en un acantilado y pensar que volarás, pero por muy convencido que estés no pasará.

-¿Qué claves de crecimiento adviertes que no estamos utilizando en la sociedad española?

-Para mí son dos cosas. Una la he comentado y es utilizar el pensamiento crítico. ¿Cómo este político sabe que lo que dice es cierto?, ¿cómo sé yo que no puedo hacer algo?, reflexionar sobre nuestra idea del mundo. La otra es la propia libertad emocional. Desde pequeñitos nos enseñan a reaccionar a las emociones de los otros: “cuidado que si haces esto, papá se enfadará”; en la escuela nos siguen condicionando emocionalmente, nos enseñan que las emociones dependen de lo de afuera, y hoy en día lo que escuchamos es: “cuidado que las cosas nos van a ir mal”, todos asustados; “cuidado que nuestra economía…”, todos asustados; “ahora pasará esto”, todos enfadados; “gana la selección española”, todos animados; al final nuestras emociones parecen que no dependan de nosotros, no tenemos esa libertad emocional de sentir aquello que nos conviene más, y creo que es lo que se debería desarrollar urgentemente en esta sociedad.

-Y sentirnos más cercanos, solidariamente todos en el mismo barco… sin querer saltar por la borda.

-La metáfora de la competición es el gran problema que tenemos. Al igual que la escuela la convierten en una metáfora de la vida y nos dicen que lo que pase en ella nos sucederá en la vida, nos hacen creer que los deportes son otra metáfora de la vida; nos hacen competir los unos contra los otros cuando realmente la fuerza viene de la interacción y la multiplicación de recursos en una red de personas. Somos animales gregarios y de ahí sacamos nuestra fuerza. Luego, en vez de generar competitividad entre las personas, que en cierto modo es buena, deberíamos potenciar la generosidad en los propios recursos y sobre todo en el conocimiento. Esto nos da más fuerza como sociedad, más que el individualismo. Hay mucho para trabajar en ello, definitivamente.

-Volvamos a tu libro. ¿Qué quedó en el tintero?

El libro habla de cuatro habilidades básicas. Una, la habilidad de convencerse y desconvencerse cuando toca; dos, tomar decisiones; tres, motivarse, y por último, aprender. Esto es el tronco del libro, donde se apoya. No son las únicas habilidades, también hay otras relacionadas con el networking con personas, la capacidad de influencia, etcétera. Pero estas cuatro son imprescindibles y tendrían que enseñarse en las escuelas. En éstas, precisamente, se debería enseñar a aprender a aprender. El aprendizaje tal como está es muy pasivo, aprender a aprender es muy proactivo. Y una cosa más sobre el libro: no es uno más sobre cómo conseguir objetivos, sino de cómo transformar un objetivo en un proceso vital de consecución, que es algo totalmente diferente.

Nota a Xavier Pirla por Aurelio Álvarez Cortez

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